Ludwig van Beethoven por Joseph Karl Stieler. 1820 |
"Un hombre de corta talla, de rostro muy rubicundo, ojos penetrantes y cejas pobladas, vestido con un larguísimo abrigo que le llegaba cerca de los tobillos... no obstante su desaliño general, había en esos pequeños ojos taladrantes una expresión que ningún pintor podría reproducir... La primera vez que le vi en Baden, sus blancos cabellos flotando sobre sus poderosos hombros, con esa mirada maravillosa - a veces frunciendo el ceño cuando algo le afligía, a veces prorrumpiendo en una risa forzada, indescriptiblemente penosa para quienes le escuchasen- me sentí conmovido como si estuviese frente a mí el Rey Lear o alguno de los antiguos bardos gaélicos."
(Sir Julius Benedict, 1823)
Valga esta descripción que el joven compositor alemán Julius Benedict nos dejó, para hacernos una idea bastante aproximada de cómo debió ser este gran genio de la música que, como muchos sabéis, preside nuestra aula de Música y que va a presidir también este rincón virtual durante 2020 en que se conmemora el 250 aniversario de su nacimiento.
Si recordáis, comenzábamos esta andadura bloguera con su famosa sonata para piano Claro de luna y su enorme carga de romanticismo y de ensueño. Hoy nos acercaremos a su música camerística (música de cámara; escrita para un pequeño grupo de instrumentos ) con una obra compuesta a finales de 1799 y estrenada en Viena el 2 de abril de 1800: El Septimino en mi bemol mayor Op. 20.
Escrita para siete instrumentos - clarinete, trompa, fagot, violín, viola, violonchelo y contrabajo - esta obra, que alcanzó una gran popularidad, es, como dice Edouard Herriot en su Vida de Beethoven, una despedida del pasado.
Beethoven se formó en el clasicismo y este es el estilo que encontramos en su primera etapa, a cuyo final pertenece el Septimino; lo había "heredado" de Haydn y Mozart, pero con su genialidad, transformaría esta herencia dando paso al romanticismo. "Hijo de la revolución francesa" vivió en una época de convulsiones políticas y sociales que le afectaron profundamente y que se harían sentir en su obra, como también se haría sentir la sordera que comenzó a manifestarse en 1798 y que se hizo total hacia 1820. (Volveremos sobre éste tema tan definitivo y trascendente en próximas audiciones).
En cuanto a la obra que nos ocupa, añadiremos que fue dedicada a la emperatriz Mª Teresa y que se compone de seis movimientos. El tercero de ellos, Tempo di minueto, es el que vamos a recordar hoy; su melodía encantadora y desenfadada -como corresponde a un minueto- , es una muestra de la versatilidad de su autor. Posteriormente volvería a utilizarla en el segundo movimiento de su Sonata para piano Op.49 nº 2.
La utilización de una una misma melodía o tema en mas de una obra, era relativamente frecuente entre los compositores del pasado y he querido mostrároslo con un ejemplo conocido.
Vamos a escuchar las dos, a ver a qué os suenan.
Para los "pequeseguidores", enlazo la versión más moderna (aunque sea ya del siglo pasado)
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